gatillofacil_joven150.jpg

 Desde hace años, el gatillo fácil es un lugar común dentro del accionar de la policía argentina. La cantidad de casos en los que jóvenes, generalmente pobres, son asesinados por efectivos se multiplican, y no hacen más que dar cuenta de la impunidad con la que se manejan quienes deberían brindar “seguridad” en lugar de generar terror.

Según datos difundidos por la Coordinadora contra la Represión Policial (CORREPI), desde 2003 hasta fines de 2008 hay más de mil casos de personas muertas a manos de las fuerzas de seguridad en todo el país. Del total, el porcentaje mayor se da en la provincia de Buenos Aires, básicamente en el Gran Buenos Aires. En cuanto a víctimas, casi la mitad son jóvenes varones que no superan los 25 años.

headerespecialesnegro.jpg
 
La inseguridad del silencio fácil
 

gatillofacil_joven3.gif

 

“Un gatillo fácil siempre se puede encontrar
en una esquina, en cualquier lugar.
 
(…)

Una bala se escapó, la tiró ese señor
que estaba justo ahí disfrazado de azul”.

(“Gatillo Fácil”, Dos Minutos)

Desde hace años, el gatillo fácil es un lugar común dentro del accionar de la policía argentina. La cantidad de casos en los que jóvenes, generalmente pobres, son asesinados por efectivos se multiplican, y no hacen más que dar cuenta de la impunidad con la que se manejan quienes deberían brindar “seguridad” en lugar de generar terror.
Según datos difundidos por la Coordinadora contra la Represión Policial (CORREPI), desde 2003 hasta fines de 2008 hay más de mil casos de personas muertas a manos de las fuerzas de seguridad en todo el país. Del total, el porcentaje mayor se da en la provincia de Buenos Aires, básicamente en el Gran Buenos Aires. En cuanto a víctimas, casi la mitad son jóvenes varones que no superan los 25 años.
“El tema del mayor aumento en este tipo de hechos, sobre todo del asesinato en gran escala de menores de edad por parte de la policía se da con fuerza a partir del año ´99 más o menos, también de la mano de la crisis económica y en respuesta en ese momento – muy parecido a lo que ocurre ahora – a una campaña de los medios de comunicación con el tema de la inseguridad y más mano dura, enfocando el tema especialmente a los menores, planteando que son los responsables de la mayor cantidad de hechos delictivos, cosa que es una falacia, ya que participan de hechos delictivos en un porcentaje mínimo, que no llega ni al 10 por ciento”, detalla Martín Alderete, abogado de la Coordinadora Antirrepresiva por los Derechos del Pueblo (Cadep).
Pero más allá de estas cifras, lo concreto es que la mayoría de estos casos no son denunciados, a causa del miedo y la desinformación. Los asesinos están en la esquina, son del barrio. Generalmente, los casos de gatillo fácil se presentan como enfrentamientos entre delincuentes y la policía; la escena del crimen se modifica para que así lo parezca, se ponen armas a los muertos, se desaparecen pruebas. Muchas veces los familiares no saben que deben y pueden realizar una denuncia, o desconocen dónde efecturala.

La zona norte de la provincia de Buenos Aires es uno de los lugares gatillofacil_joven.jpgen donde más casos de gatillo fácil se han registrado.
Esto puede deberse al fuerte contraste que existe entre los sectores más acomodados y los barrios más pobres que cohabitan el lugar. A esto se suma el constante y explícito reclamo de algunos vecinos de más seguridad, avalando este tipo de salidas represivas por parte de la policía.
Para esta situación existe además un claro antecedente: el asesinato de Nuni Ríos, un adolescente de 16 años. Los policías que lo mataron aquel 11 de mayo de 2000 estaban organizados, muy organizados, tal es así que el caso se conoce como el del “escuadrón de la muerte”. Es decir, “grupos de policías organizados con cierta jerarquía, con duración en el tiempo y que tienen como accionar específico o colateral el dar muerte a determinado tipo de persona, en este caso menores de edad”, describe Alderete.
En el caso de la zona norte, se trataba de un grupo de policías que además tenía una agencia de seguridad privada (Agencia de Seguridad Tres Ases), comandada por el entonces sargento de la comisaría tercera de Don Torcuato, Hugo Cáceres.  Pero más allá de que no era posible el desarrollo de ambas actividades (policía y agencia privada) en realidad esta agencia era la máscara de un grupo parapolicial que detenía a menores, les sacaba fotos, los investigaba, les robaba para finalmente matarlos. Todo esto se hacía en la casa de Cáceres que funcionaba como una comisaría paralela que controlaba toda la zona. 

gatillofacil_joven2.jpg “Los policías siempre tenían carta blanca para matar menores, porque no solamente no se los investigaba, sino que directamente se los encubría por parte de la propia policía y de los fiscales, quienes se negaban rotundamente a investigar este tipo de hechos”, explica Alderete.
Cáceres fue juzgado y condenado por el homicidio de Ríos, pero también porque se pudo probar que era el jefe de este grupo parapolicial.
Lo cierto es que lamentablemente el caso de Ríos es aislado. La mayoría de las muertes por gatillo fácil queda impune. ¿Por qué? En su reciente libro “Represión en Democracia”, la abogada de CORREPI María del Carmen Verdú se refiere a este punto: “Armas que “se disparan solas”, legítima defensa frente a personas desarmadas, normal rigorismo policial, como calificó un juez de San Isidro a la brutal pateadura sufrida por un artesano detenido en la comisaría de Boulogne… todo vale para absolver o sobreseer a los policías de gatillo fácil, o, cuando es demasiado grosero el asunto dibujar un homicidio culposo o preterintencional, un exceso en la legítima defensa o en el legítimo cumplimento del deber. Dos brazos de un mismo aparato estatal: unos matan, y los otros encuentran justificativos, excusas y atenuantes para los asesinos”.
Ante esta terrible situación, las respuestas que obtienen los familiares y amigos de las víctimas son nulas. Por el lado de la justicia, los casos suelen ser demorados en su tratamiento hasta que muchos de ellos quedan cajoneados. Son pocos los jueces y fiscales que llevan adelante estas causas y que logran elevarlas a juicio oral, paso necesario para que los asesinos sean juzgados y condenados. En tanto, desde el Estado se han implementado distintos programas “antiimpunidad” y de “protección a los derechos de las víctimas”, pero lo cierto es que no cuentan con ninguna facultad, sólo reciben las denuncias, no pueden hacer más que eso. No existe desde el Estado ninguna herramienta y tampoco pareciera estar en sus planes crearla.
Ante esto, la alternativa que han encontrado los familiares es constituirse como parte querellante en las investigaciones, impulsarlas tanto judicialmente como por fuera de ese ámbito, a través de generar algún tipo de resonancia y divulgación pública, movilizaciones… ruido. La mayoría de los pocos hechos que logran juzgarse son aquellos que previamente tuvieron un gran trabajo de seguimiento e investigación por parte de los propios familiares y de algunos grupos de abogados defensores de derechos humanos.
Hoy, ante la falta de respuestas por parte de quienes deberían darlas, la única opción para los familiares y amigos de las víctimas es continuar su lucha a través de la organización y la pelea tanto judicial como extrajudicialmente.
Hoy, la grandísima mayoría de los casos de gatillo fácil quedan impunes… Hoy son miles los asesinos que están sueltos y continúan ejerciendo su “servicio a la comunidad”

gatillofacil_ch.jpg
“Gatillo fácil por vocación
pena de muerte sin delinquir
enfrentamientos que no existen
defensa propia que no convence.

Cuidáte si andás por la calle
la yuta te puede cazar
armas plantadas para endosar
al infeliz que cuadre fusilar.

Soberbia forma de reprimir
supuestos reos del mal vivir
cuidáte si andás por la calle
tu sangre van a derramar”.


(“Gatillo Fácil”, Malón)