En 2015 más de un millón de refugiados de los países destrozados por la guerra, entre ellos Siria, Irak y Afganistán, llegó a las puertas de Europa después de haber cruzado los mares Mediterráneo y Egeo en botes y barcos endebles donde navegaban hacinados. La mayoría de los que desembarcaron en las costas griegas a lo largo de 2015 y los primeros meses de 2016 continuaron en las semanas siguientes hacia Europa central.
(Fahrinisa Oswald – Middle East Eye) Grecia – Unos 50.000, sin embargo, se encontraron inesperadamente varados en Grecia después de que la UE llegó a un acuerdo con Turquía en marzo de 2016. La frontera con Macedonia -la ruta terrestre más popular de Europa central- se cerró de golpe poco después.
A pesar de las condiciones de deterioro en los campos de toda Grecia y el cada vez más pobre tratamiento de los refugiados en toda Europa, ellos continúan avanzando lentamente a través de las islas griegas casi diariamente. Con la frontera con Macedonia cerrada, Grecia está luchando bajo el peso de los refugiados y los migrantes cada vez más desesperados.
“A principios de este año hubo varios cambios dentro y alrededor de Grecia en lo que respecta al asilo y las rutas de migración, incluyendo el cierre en el norte y el control fronterizo más estricto de Turquía”, explica Roland Schoenbauer, portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Esto, a su vez, condujo “a que unos 50.000 refugiados y migrantes quedasen varados en Grecia, un país que no ha sido preparado para alojar un gran número de hombres, mujeres y niños y cuyas autoridades en el tema del asilo se han visto abrumadas por cuestiones como el registro y procesamiento de las solicitudes de asilo”, continuó declarando Schoenbauer.
Aproximadamente dos tercios de los refugiados atrapados que languidecen en campamentos y refugios en toda Grecia son mujeres y niños, los más vulnerables, de acuerdo con Schoenbauer.
Son mujeres como Aria Taheri, una joven afgana de 23 años que dio a luz a su primer hijo en un campamento en Oinofyta, una pequeña ciudad en las afueras de Atenas. Taheri dejó Afganistán a principios de 2016 con su marido y su familia después de que los atacaran los talibanes por el trabajo de su marido como contratista independiente con el ejército de Estados Unidos. Estaba embarazada de tres meses.
Como la mayoría de los refugiados entrantes a principios de 2016, Taheri y su familia pretendían mantenerse en movimiento hasta alcanzar el centro de Europa, donde esperaba dar a luz. Pero con la ratificación del acuerdo UE-Turquía el 20 de marzo y el cierre de la frontera con Macedonia poco después, Taheri y su familia se quedaron varados en Atenas en medio del viaje. Llegaron a su destino el 4 de abril de 2016.
La historia de Taheri es muy parecida a las de miles de personas, en su mayoría refugiados afganos, que ahora languidecen en campamentos en todo el país.
La maternidad como una refugiada es una lucha única que está presente en un gran porcentaje de la población actual de refugiados en Grecia. Proteger a sus hijos de cualquier daño físico es sólo un pequeño aspecto de la increíble responsabilidad que enfrentan las madres refugiadas.
“Es una gran responsabilidad para mí”, dijo Maryam Sheikh Mohammed, una madre kurda de cuatro hijos, de Siria, que hizo el viaje a principios de este año con su marido y sus cuatro hijos pequeños”. Me preocupa su salud. No me preocupa la mía, sólo me preocupan mis hijos”, continuó mientras se esforzaba por darles de comer la cena una noche en el hotel Plaza de la ciudad, en el centro de Atenas. El hotel abandonado fue ocupado por los izquierdistas hace casi un año y desde entonces ha sido el hogar de 400 refugiados de Siria, Irak y Afganistán.
Pero los afganos no son los únicos cuyas vidas están en el limbo. Con el sistema de procesamiento del registro y asilo sobrecargado en Grecia, muchos sirios, iraquíes kurdos y también se encuentran en espera indefinidamente, con poca información que pueda ayudar a hacer frente a su situación.