El Gobierno avanza con una reforma laboral que, aunque aún no tiene forma definitiva y solo conocemos borradores, ya muestra su rostro más crudo: es un ataque directo a la reproducción de la vida de la clase trabajadora. Los retrocesos de la Ley de Bases y el contenido del DNU 70/23 (frenado por los sindicatos) dan cuenta del sesgo patronal de la gestión. La orientación no es casual: todas estas normas, incluído el borrador de reforma, se cocinaron de manera unilateral entre el Gobierno y los estudios jurídicos de las cámaras empresariales. Por Jimena Frankel, Indymedia Argentina.
La evidencia concreta es que las reformas que ya introdujo la Ley de Bases —como la eliminación de multas por trabajo no registrado y la creación de nuevas figuras de contrato no laborales— implican una baja en el “costo laboral” para las empresas, pero ningún beneficio para los trabajadores. Los datos oficiales no muestran una generación de empleo registrado, sino todo lo contrario.

Este hecho precariza aún más las condiciones de toda la clase trabajadora, porque reduce el piso de condiciones laborales generales: afecta a quienes tienen empleo, a las y los futuros trabajadores y a los actuales y futures jubilades. Si hay menos registro laboral, hay menos aportes y, por lo tanto, peores haberes jubilatorios, pensiones y otras prestaciones sociales. Esto impacta negativamente en nuestras condiciones de reproducción de la vida, tanto presente como futura.

Banco de horas: flexibilidad para el patrón, incertidumbre para el trabajador
Mucha tinta y palabras se han dedicado al banco de horas, un sistema que permite ajustar la jornada laboral a las necesidades de producción de la empresa y ahorrarse el pago de horas extras. Lamentablemente, esto no es nuevo: ya existen convenios por empresa que incluyen esa modalidad de regulación de la jornada. El problema que introduce el borrador de proyecto es que permite avanzar hacia modalidades aún más precarias y perversas, donde la patronal decida cuántas horas diarias vas a trabajar —sean 0 o 12—, con la única limitación de un descanso de 12 horas entre una jornada. Esto, sumado al pago de adicionales discrecionales (llamados adicionales dinámicos) y la pérdida del pago de horas extras, es letal para el bolsillo de las familias trabajadoras, porque no sabremos qué días, cuántas horas ni cuánto vamos a ganar a fin de mes.

El impacto de género: la vida que no se reparte
Estas nuevas modalidades de jornada laboral generan un desgaste brutal en los cuerpos y las mentes de la clase trabajadora, y afectan especialmente la gestión de la reproducción de la vida propia y de quienes están bajo su cuidado. No todas las personas pueden adaptarse a estas formas de trabajo, en particular las mujeres, que suelen asumir las responsabilidades de crianza y cuidado de niñes y personas que requieren asistencia. Además, son las mujeres quienes, en general, acceden a puestos con menor carga horaria y/o salarios más bajos. Por lo tanto, estas modalidades potencian las desigualdades de género y refuerzan la feminización de la reproducción de la vida.

Pero esto no es todo. Las trabajadoras con empleos formales y las activistas sindicales que vienen luchando para transformar esas desigualdades en el cuidado reciben un golpe a sus demandas. Si hace unos años se reclamaban extensiones de licencias o licencias compartidas para la crianza, el borrador del proyecto no plantea nada de esto. Por el contrario, reduce la licencia por nacimiento al “permitir” que los últimos 15 días puedan ser compartidos. Recordemos que esta licencia no la paga la empresa, sino el Estado. Es decir, solo habilita a que la trabajadora retorne a su empleo 15 días antes; no agrega nada, sino que reparte parte de una licencia legal que ya había sido extendida por muchos convenios. El borrador del proyecto ignora por completo las conquistas y demandas históricas del movimiento de mujeres y diversidad. Lo mismo ocurre con otras licencias que se venían reclamando y que son esenciales para el cuidado de otres y del autocuidado.

Las posibilidades de conseguir mejores derechos laborales están en juego, no solo por las modalidades de mayor explotación que se quieren imponer, sino por el ataque directo a la organización sindical y a la negociación colectiva. Una vez más, lo que podría parecer un deterioro sólo para el sector de empleados formales convencionados termina, más temprano que tarde, generando una caída general en las condiciones de vida de toda la clase trabajadora. Lejos de ser una opinión, basta con repasar lo ocurrido en la década de los 90.

El plan para desarmar a las y los trabajadores

¿En qué se basa este ataque?

  • Restringir el derecho de huelga —aún más de lo instaurado por la Ley de Bases—.
  • Limitar la actividad sindical en los lugares de trabajo, por ejemplo, obligando a solicitar autorización patronal para realizar una asamblea, bajo pena de sanción.
  • Reducir la cantidad de delegados en los lugares de trabajo: el piso para tener delegados era de 10 empleadas/os y ahora pasa a 50, y se elimina el derecho a tener delegados por turno.
  • Eliminar la tutela sindical (derecho a no ser despedido o sufrir modificaciones en las condiciones de trabajo por ser candidato o haber sido electo) para cargos suplentes o congresales —imaginemos lo difícil que será armar una lista si esto ocurre—.
  • Acotar el financiamiento de los sindicatos a las cuotas de afiliación.

Con estas medidas, lo que se intenta es crear espacios laborales desindicalizados, con gremios débiles y desfinanciados.

La frutilla del postre del borrador es el intento de pulverizar el modelo de negociación colectiva: se elimina la ultraactividad – mecanismo que garantiza que un convenio siga vigente hasta que se firma uno nuevo-; suprimir el piso de negociación que generaban los convenios por actividad; habilitar la negociación a la baja; y priorizar la negociación por empresa.

Aunque el proyecto oficial aún no vio la luz, el mensaje es claro: el desafío es resistir. Este es un combate que involucra a toda la clase trabajadora, desde los sectores más consolidados hasta los más precarizados. Si el Congreso avala, aunque sea en parte, los rumores actuales, no habrá creación de empleo ni mejoras; solo un ajuste más profundo y un deterioro generalizado. Es un plan que busca tenernos más explotades, disciplinades, desarmades, con menos tiempo para vivir, encontrarnos, discutir y soñar el mundo que queremos como clase. Frente a este ataque, la prueba será nuestra capacidad de respuesta. Pero también debe ser la oportunidad para construir, desde la base, la agenda de las reformas y los derechos que realmente necesitamos quienes vivimos de nuestro trabajo.

Conflictos como el de la educación pública, Garrahan, personas con discapacidad y jubiladxs son algunos ejemplos de las disputas por la reproducción de la vida, que tienden puentes y muestran de la potencia que tiene la solidaridad en la lucha.

Nota publicada en Indymedia Argentina AQUÍ