Lo que se quiere ocultar

Fuerte repudio popular a la decisión del director del Servicio Penitenciario Federal de impedir la entrada a las prisiones del periodista Oscar Castelnovo.
(Fabiana Arencibia-Red Eco) Ciudad de Buenos Aires - El jueves pasado se entregó al ministro de Justicia Seguridad y Derechos Humanos de la Nación, Julio Alak, un petitorio con cientos de adhesiones que exigen al director del Servicio Penitenciario Federal que ponga fin a la prohibición de ingresar a las prisiones al periodista Oscar Castelnovo, integrante de la Agencia Walsh.
Entre las firmas figuran reconocidos luchadores, intelectuales, periodistas y escritores como el premio Nóbel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel; el escritor Osvaldo Bayer; las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Marta Vázquez y Nora Cortiñas; la presidenta de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, Graciela Rosenblum; los periodistas Horacio Verbitsky y Liliana Daunes, y la directora del Comité contra la Tortura, Ana Cacopardo.
Alejandro Marambio, director del Servicio Penitenciario Nacional, decidió hace poco más de tres meses que Castelnovo no podía ingresar a las cárceles, donde compartía con las presas y presos talleres y vivencias que le han dado, además, elementos para no dejar que pisoteen sus derechos. Quizás eso es lo que resulta más “peligroso” para la mente estrecha de este “doctor en leyes” que bien sabe como violentarlas.
Esta medida, más allá de proscriptiva y arbitraria, persigue el claro objetivo de silenciar lo que nuestro colega, desde sus notas e investigaciones, ha desnudado: asesinatos, torturas, y negociados en las prisiones que están bajo la responsabilidad de este funcionario.
El petitorio recogió adhesiones de todo el país a las que se sumaron también otras desde París, Montevideo, Asunción, Australia: “Todos compañeros y compañeras que hicieron público su apoyo a la lucha contra la barbarie represiva en las cárceles y el silenciamiento que quieren imponernos. No es poca cosa. Estamos en la Argentina y, se sabe, la militancia conlleva un determinado riesgo país. Porque Julio López no aparece. Tampoco Luciano Arruga, Iván Torres ni Luciano González. Y nada se sabe de las 600 chicas secuestradas para la esclavitud y la prostitución”, manifestó Oscar Castelnovo.
Castelnovo ha dado cuenta durante sus trabajos periodísticos de las crueldades a las que son sometidos presos y presas, con la convicción, que compartimos plenamente, de que “un ser humano encarcelado no deber ser asesinado, ni, por caso, arrojado a un ‘buzón’, con fracturas expuestas sin ninguna atención médica, en un piso inundado de orín y materia fecal. No puede introducírsele palos en el ano (...) No debiera ser picaneado, como sucede en las prisiones bonaerenses. Una anciana o una joven que van de visita a una cárcel no debieran ser sometidas a exhibir sus zonas más íntimas, ni a los plantones interminables junto al meticuloso verdugueo, destinados a pulverizar el vínculo con sus familiares tras las rejas”, escribe.
Hace poco mas de tres meses se difundió un informe de la Asociación Unidos por la Justicia en el que se revela que el Estado Nacional gasta 6.329 pesos por mes por cada preso de los 10 mil que están alojados en cárceles federales. Está demás decir que al preso y a la presa, esa suma de dinero no le llega traducida ni en servicios, ni en comida, ni en capacitación y educación, ni en actividades que puedan ”reinsertarlos” cuando recuperan su libertad.
Un relevamiento realizado por la Asociación de Familiares de Detenidos en Cárceles Federales y el Centro de Estudios en Política Criminal y Derechos Humanos (CEPOC) da cuenta que son los familiares quienes deben llevarle los alimentos a los presos, comida que se comparte porque aquellos que están lejos de sus casas, no tienen posibilidad de que sus familias, mayoritariamente muy humildes, los visiten. 
El mismo informe revela que, según la Ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad Nº 24.660, se debería dar a los detenidos “vestimenta que de ninguna manera haga referencia a su condición de preso, además de ropa de cama. Esto no se cumple de ninguna manera. Muchas veces los presos no tienen ni siquiera colchones, mucho menos ropa de cama limpia o ropa de uso cotidiano”.
Además, las cárceles hacinadas de presos y presas, en pésimas condiciones de habitabilidad, con el frío que impera por la ausencia de calefacción y de agua caliente, en muchos casos las ventanas sin vidrios, con escasos elementos de higiene que se reparten una vez por mes y nunca son suficientes para toda la población, completan el paisaje que hace que nos preguntemos ¿Cómo pensar que la defensa de los derechos humanos son sólo los juicios a algunos pocos ex represores mientras la picana sigue azotando a los presos y presas en las cárceles de nuestro país?
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