“Si alguna vez pasa algo, decile a mamá y a papá que yo militaba en el ERP”

Ceclia Vecchi tenía 21 años cuando la secuestraron en la casa de Susana Mujica, en el mismo operativo en que se la llevaron a ella. Era estudiante de trabajo social y militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo. Continúa desaparecida. Este martes, mientras Cecilia hubiera cumplido 66 años, declararon su hermana, su prima y una amiga en el séptimo juicio contra genocidas de la región. Por El Zumbido.

Cecilia Vecchi tomaba clases de apoyo con Susana Mujica y por ello aquel 9 de junio la esperaba en su casa en compañía de Beba, Matilde y el recién nacido Martín, pero antes que ella llegaron los genocidas. La interrogaron y la subieron a uno de los vehículos que esperaba afuera para meterla en el circuito del que nunca salió. La llevaron a la sede neuquina de la Policía Federal, de allí a la Escuelita de Neuquén y finalmente la trasladaron en los vuelos de la muerte a la Escuelita de Bahía Blanca, donde sus compañeras la escucharon por última vez antes de que se la llevaran junto a Susana a “la jaula”.

Una semana después del secuestro, un grupo de represores llegó a la casa de su familia para allanarla y llevarse plata y objetos que le pertenecían. Sus xadres presentaron dos habeas corpus ante la justicia reclamando por su aparición, pero nunca les dieron ninguna información.

Este martes, en la décima audiencia del último juicio por delitos de lesa humanidad en el Alto Valle de Río Negro y Neuquén, declaró Nora Vecchi, su hermana mayor, quien aseguró que “Cecilia buscaba que el mundo sea mejor y lo quería cambiar”. El lunes Cecilia hubiera cumplido 66 años: “ser llamada a dar testimonio habiendo pasado 45 años es muy fuerte, porque el dolor lo llevamos dentro a pesar de que pasaron tantos años y cuesta venir a hablar acá”.

“No supe de su militancia política, pero tiene que ver con todo esto que ella llevaba como estigma”, contó Nora Vecchi dejando en evidencia el riesgo que implicaba militar en aquellos años y también lo marginal que continúa siendo reconocer que efectivamente “algo habrían hecho”, y ese algo fue querer cambiar la sociedad, aunque eso implicara poner sus propias vidas en riesgo, lo que se tradujo en la desaparición de 30.000 luchadorxs por la puesta en marcha de todo el arsenal represivo del estado a disposición de la “lucha contra la subversión”. Pese a que en cada juicio las defensas de los genocidas usan este argumento para atenuar condenas apelando a la teoría de los dos demonios, nombrar sus luchas es una verdadera reivindicación: el horror siempre estuvo del lado del poder, en aquel entonces de gobiernos de factos.

“Dicen que la llevaron a la Escuelita y que de ahí probablemente la llevaron en avión a Bahía”, narró la hermana de la desaparecida y detalló que Gladys Sepúlveda, quien compartió cautiverio con ella, la escuchó en el centro clandestino de detención, tortura y exterminio de esa localidad.

“Lo único que he tratado de hacer todos estos años es dejarla un poco de lado, porque no tengo la manera de resolver”, dijo la mujer frente al tribunal: “la figura del desaparecido es demasiado fuerte; yo hubiera querido que alguna vez aparecieran sus huesitos para ponerlos con papá y mamá”, aseguró, en alusión a la extensión de la tortura a las familias de lxs desaparecidxs, también sistemática. “Es tan cruel, porque ellos la mataron a ella pero también a nosotros, ninguno merecía haber sufrido tanto y que no tuviéramos nunca una respuesta mínima aunque sea”, lamentó: “yo pienso, qué les costaba un poquito de misericordia para los que quedamos, porque estamos vivos pero una parte nuestra está muerta”.

“Cecilia era militante del PRT al inicio, dos años antes de que se la llevaran”, relató reivindicando su historia: “cuando fue el operativo independencia, Tito (Héctor Campos) se fue a Tucumán, era un chico que estudiaba con ella y lo mataron allá, entonces después de eso, una tarde que estábamos las dos solas en el patio, Cecilia me dijo: ‘mirá Nora, tengo algo que decirte, yo estoy militando en el ERP, quiero decírtelo por si alguna vez pasa algo, se lo digas a papá y mamá’”. Nora aseguró que para ella “fue muy shockeante, porque estaban pasando cosas y yo no quería que a mi hermana le pasara algo, porque no lo merecía, y bueno, me quedé callada hasta que Cecilia desapareció”.

Liliana Bordi, prima de Cecilia, también declaró en la audiencia y recordó que “llamábamos al batallón y no nos daban ninguna respuesta”, en relación a la búsqueda que emprendió la familia.

Este martes también dio su testimonio Norma Iglesias, amiga de la desaparecida. Llevó a la audiencia fotos en las que puede verse a Cecilia Vecchi antes de que el estado terrorista se la llevara para siempre: “no está más y eso fue impactante, pasó de ser un recuerdo a ser una figura pegada en un papel, una silueta con un nombre, ni siquiera un rostro, por eso traigo estas fotos”.

“Todas esas personas tienen un rostro, tienen amigos, tienen gente que la recuerda, y lamentablemente somos la última generación que los conoció”, dijo Iglesias y finalizó sobre las secuelas de que desaparezca gente a su alrededor a manos de genocidas: “yo tuve miedo a la policía, miedo a estar sin documento, miedo a sentarme de determinada manera en algún lugar, y eso va quedando”.

La mujer llevó un ejemplar del libro “Hacia una política científica nacional”, de Oscar Varsavansky, que Cecilia le había regalado en 1975 con la dedicatoria “antes que obedecer, superarse”. Tras la audiencia le regaló el recuerdo a la hermana menor de la desaparecida, que tenía apenas 9 años cuando se la llevaron.

El próximo miércoles desde las 9 continúan los testimonios. Acercate a participar y acompañar la lucha por la memoria, contra el olvido y contra la reconciliación.

Imagen: Iris Sánchez

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