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¿Se viene un nuevo Pacto Social?

A menos de tres semanas de las elecciones los candidatos buscan apoyos de los principales dirigentes sindicales. Cada vez más se habla de las reunificaciones de la CGT y CTA. En este marco, Eduardo Lucita, integrante de Economistas de Izquierda, fue entrevistado por el programa radial La Revancha (FM La Tribu) y alertó sobre un posible nuevo Pacto Social.  Por Gastón Wahnish – Programa La Revancha

- ¿Qué es un Pacto Social y qué objetivos persigue esta estrategia que, según tus artículos, está en ciernes?

- En la Argentina hubo un Pacto Social con la crisis de 1952-1955 y consiste en un acuerdo entre capital y trabajo mediado por el Estado. Después hubo distintas reformulaciones, pero en general implica un acuerdo de carácter tripartito: los empresarios, las cúpulas sindicales y el Estado, donde en general se plantea una moderación de los precios y salarios, fijar metas para resolver la inflación y metas de emisión monetaria y déficit fiscal. Supuestamente, cada parte hace lo suyo: unos se controlan en los pedidos de salarios, los empresarios debieran no subir los precios y el Estado debería controlar la emisión monetaria. Esto es desde el punto de vista de la teoría neoclásica, que pone como eje central de todo proceso inflacionario el exceso de emisión y el déficit público. Igualmente, hay otro aspecto más profundo: en Argentina, luego de un ciclo expansivo de las fuerzas productivas -como ha pasado en el primer peronismo, varias veces en los años ‘60 y ‘70, en el alfonsinismo y ahora-, le sigue una política de ajuste.

- ¿Qué pistas ves para entender que varios candidatos están hablando de un nuevo Pacto Social?

- Hay mucha incertidumbre, pero hay un par de certezas. Se marcha a una política de ajuste, la política en general pega un giro conservador cuya intensidad veremos cuál es, y además se vuelve a una política de endeudamiento externo. Se agotó la posibilidad de desendeudamiento, entonces todos están dispuestos a recurrir al mercado internacional. Para eso, hay que arreglar con los fondos buitres y hay que dar algunas señales de la economía interior: política de ajuste, baja del déficit, entre otras medidas. Hoy la discusión parece ser entre shock y gradualismo, y se va imponiendo este último, con matices en cuanto al ritmo y la intensidad.

Otro aspecto a incorporar es una variable política muy importante, independientemente de quien gane. El próximo será un “gobierno partido”, es decir, un Poder Ejecutivo que no controlará al Legislativo, como sucedió los últimos cuatro años. Además, el Congreso estará dividido en tres grandes bloques, a su vez productos de coaliciones. Si a esto agregamos que la izquierda tiene un bloque de tres diputados, con posibilidad de sumar dos más, un bloque de cinco en una cámara tan dividida tendrá su peso al momento de negociar cambios en las leyes. Es probable que el próximo gobierno no tenga la solidez de los tres mandatos kirchneristas.

Entonces, si tenemos una situación económica complicada, si hay que hacer un ajuste y con un Gobierno más débil que los anteriores, la política de un Acuerdo Social que presida todo eso, prácticamente se impone.

Hay otro elemento más: la UIA, que por primera vez va a estar atendida por sus propios dueños porque el gran capital nacional con características de multinacional se hace cargo de la dirección, va a hacer su Convención Anual del 14 al 16 de Diciembre y han invitado muy especialmente al Secretario General de la OIT Guy Ryder, porque aparentemente ahí la UIA daría a conocer su propuesta de Acuerdo Social.

- ¿Por qué, según tus palabras, fracasaron estas estrategias de Pacto Social en la historia argentina y qué consecuencias trajo?

- Los intentos que se dieron entre 1952-1975 y 1974-1975 no lograron ningún resultado porque la dinámica de un ajuste en una situación de crisis genera tensiones sociales muy fuertes. Para tener en cuenta, las direcciones sindicales de esa época eran distintas a las de ahora, en el sentido que dependían de la cuota de sus afiliados, defendían el nivel de empleo, entre otras cuestiones. Hoy, las direcciones sindicales en general están muy vinculadas al espurio mundo de los negocios: muchos de ellos son empresarios o tienen participación en empresas, tienen manejo de las obras sociales -una fuente de ingresos muy grande-, y la patronal pone un porcentaje de los convenios colectivos para la estructura sindical… Entonces las actuales direcciones no dependen de las cuotas de sus afiliados.

- ¿Cómo ves al movimiento obrero y las comisiones internas que podrían resistir el Pacto Social que anunciás?

- Evidentemente en todo este tiempo hubo una inserción social de la izquierda bastante interesante. Creo que la resistencia al Pacto Social aquí va a surgir de otra generalidad porque más allá de que sean sectores de izquierda o kirchnerizados, esto va a afectar a todos. Lo principal es la pérdida del empleo, porque una política de ajuste va a cerrar fuentes de trabajo, y hoy es más importante la fuente de trabajo que el salario. La defensa del empleo entre los trabajadores es muy importante, porque tienen muy presente los altos niveles de desocupación que hubo no más de una década atrás. Muchos de los trabajadores que hoy están en las plantas fabriles antes eran desocupados, o sea que los han ido absorbiendo. Yo creo que eso va a ser defendido con uñas y dientes. También está en juego una baja de las condiciones laborales. Habrá que ver qué pasa por abajo, porque por arriba hay intentos de unificación, incluso las patronales han planteado que la CGT tiene que unificarse porque indudablemente los dirigentes sindicales tienen que estar unidos para que se firme un Pacto Social, sino  ¿cuántas centrales van a firmar?

- Esta posible unificación de las cúpulas sindicales ¿qué desafíos le plantea a la izquierda en el movimiento obrero?

- Los desafíos son los mismos que ahora, porque tampoco cambió mucho con la división de las centrales en cinco partes. Que las tres cúpulas de la CGT estén unificadas o divididas, para el movimiento de base no cambia demasiado. Hemos visto distintos comportamientos, por ejemplo en el conflicto de LEAR la empresa con el aval del SMATA secuestró dos micros con trabajadores para llevarlos a una asamblea falsa, y ahora hemos visto cómo en el gremio de la alimentación para recuperar una comisión interna un partido supuestamente de izquierda hace alianza con la burocracia sindical con el aval de la empresa para ganarle a una interna clasista que hacía unos 6 años venía ganando las elecciones ahí. Los recursos con los que cuentan las centrales sindicales son muy amplios.

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