Ikea y la esclavitud infantil
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- Categoría: Mundo
- Publicado: Miércoles 20 de Febrero de 2008
(InSurGente) Mundo - Después de que varios reportajes televisivos mostraran a niños trabajando para subcontratistas de Ikea en India, Vietnam, Filipinas o Pakistán (donde incluso se les encadenaba a las máquinas), la empresa de la familia Kamprad creó un código de conducta que en la práctica no es más que papel mojado...Ikea t’estima. Un model per desmuntar), de Olivier Bailly, Jean-Marc Caudron y Denis Lambert.
Fundada en 1943 por Ingvar Kamprad (un calvinista cicatero que mantuvo nueve años de amistad, entre 1941 y 1950, con Per Engdahl y Sven Olov Lindholm, líderes del movimiento neosueco pronazi), Ikea facturó en el 2005 14.800 millones de euros y recibió ese mismo año a 410 millones de clientes en sus 220 establecimientos repartidos por todo el mundo, que dan trabajo a más de 90 mil empleados.
Sorprendentemente para estas cifras, Ikea es una de las pocas empresas de su tamaño que no cotiza en bolsa, y una complicada red financiera la sostiene. Lo hace a través de la Stitching Ingka Foundation, asociada a la Stichting Ikea Foundation, poseedora de Ingka Holding, que agrupa a todas las empresas de Ikea. Ingka Holding está gestionada a su vez por Ikea International, que es la encargada de asegurar las compras, la distribución, la venda y en ocasiones la producción misma del producto. Inter Ikea Systems, subsidiaria de aquella en el organigrama de la empresa, es la compañía propietaria de la marca Ikea (su imagen).
Al terminar la lectura de Ikea t’estima uno no puede más que llevarse la impresión de que esta influyente empresa -que, no lo olvidemos, amuebla los interiores de la mayor parte de los hogares occidentales- reúne en grado sumo, bajo su impecable imagen corporativa azul-y-amarilla, todas las características negativas que uno asocia a una corporación capitalista, a saber: explotación laboral, destrucción del medio ambiente, embotamiento del espíritu de la población. Después de que varios reportajes televisivos mostraran a niños trabajando para subcontratistas de Ikea en India, Vietnam, Filipinas o Pakistán (donde incluso se les encadenaba a las máquinas), la empresa de la familia Kamprad creó un código de conducta que en la práctica no es más que papel mojado, pues los trabajadores de los 1.300 subcontratistas que proporcionan sus productos a Ikea tienen prohibido el derecho a la sindicación y trabajan una media de quince horas al día (de las ocho de la mañana a las once de la noche) sin contar las horas extra y el horario nocturno, frecuente cuando se acelera el plazo de entrega de los pedidos. Muchos de los obreros que viven lejos de la fábrica duermen directamente en sus puestos de trabajo para no perder tiempo en desplazamientos, que les sería descontado del sueldo. Por si fuera poco, son los trabajadores, y no la empresa, quienes corren con los gastos en seguridad médica, descontados de sus 36 euros mensuales de salario.
El grueso de las auditorias a estos subcontratistas lo realiza el Compliance and Monitoring Group de Ikea con lo que, como afirman los autores, sería como si un alumno de instituto se encargase de su propia evaluación. Más cerca de nosotros, Ikea ha destacado fomentando el trabajo precario entre jóvenes y estudiantes, o rompiendo huelgas (en Bélgica un bono de compra en una tienda de electrodomésticos a los trabajadores que permanecieran en su puesto de trabajo el día de la huelga), pero tiene su peor antecedente en una circular interna de la compañía en Francia firmada por el director de marketing, que aconsejaba no contratar a trabajadores de color porque "tienen menos posibilidades, y aquí de lo que se trata es de avanzar rápido"