Al sonoro rugir de la dignidad

El pasado 14 de octubre, el Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional anunciaron la intención de llevar a cabo un proceso de consulta a sus bases de apoyo con un objetivo sin precedente para este movimiento.

(Carlos Soledad – La Jornada) México - Se discutirá la idea de crear un consejo indígena, con una mujer como portavoz que se presente como candidata a la Presidencia de México en el proceso electoral de 2018 (goo.gl/Lcr9DO).

Incluso si la propuesta deriva en algo completamente diferente o se queda en nada, es una noticia sorprendente y puede ser difícil de digerir para las y los que desde enero de 1994 hemos visto en el zapatismo el referente global de la resistencia al capitalismo neoliberal. Es también una propuesta riesgosa y sobre todo…, esperanzadora.

Desde que el EZLN lanzó la Sexta Declaración de la Selva Lacandona en respuesta a la traición de los tres partidos mayoritarios –PRI, PAN y PRD– a los Acuerdos de San Andrés en 1996, el zapatismo se transformó de un movimiento de exigencia al Estado en otro centrado en la construcción de su autonomía al margen de éste. El Ejército Zapatista se convirtió para el ensayista Gabriel Zaid en la primera guerrilla postmoderna. Una que no actúa militarmente, sino que se construye a sí misma como insurrección.

El surgimiento del movimiento acabó con la idea de tomar el poder del Estado y cambiar las cosas de arriba hacia abajo. Las organizaciones nacionales e internacionales solidarias se alinearon desde entonces a los principios de la Sexta. La idea de presentarse a unas elecciones presidenciales para tomar el poder del Estado, por muy asambleario que sea el movimiento indígena, podría entenderse como una traición a los ideales zapatistas. En absoluto. De hecho, la idea de una candidatura independiente de partidos políticos y asamblearia es congruente con la práctica zapatista. Que, además, otorgue poder real y simbólico a una mujer indígena, pero siguiendo los principios del CNI y del zapatismo de mandar obedeciendo –en un país profundamente machista, racista y clasista– es al menos sorprendente.

En su caminar, el EZ ha ido reforzando lo que ha sido desde antes del levantamiento armado la base de su autonomía. Nos referimos a la capacidad de los pueblos indios de generar acuerdos en asamblea. Se trata de relaciones de poder horizontales que han propiciado el surgimiento de otras escuelas, otras clínicas de salud, otro sistema de justicia, municipios autónomos y finalmente juntas de buen gobierno. Creaciones muy otras a las tradicionalmente mediadas por el Estado. En las instituciones zapatistas no se ejerce el poder porque éste se dispersa en la comunidad. Aunque el zapatismo se encuentra en un gran momento, saben que será difícil sobrevivir en un contexto como el mexicano. La lista de agravios es larga y la situación no mejorará.

Ya en diciembre de 2012 miles de zapatistas se manifestaron en Chiapas y volvieron a sorprender al mundo mandando el mensaje de ¿Escucharon? Es el sonido de su mundo derrumbándose. Es el del nuestro resurgiendo. Mientras en el México apocalíptico la violencia, el saqueo y la impunidad campen a sus anchas, en territorio zapatista la calidad de vida ha mejorado sustancialmente. Baste recordar que entre 2007 y 2014 murieron asesinadas, según cifras oficiales, 164 mil personas, 37 por ciento más que en los conflictos de Irak y Afganistán juntos (goo.gl/lAKyUD).

Y aunque la indignación por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa –como síntesis de los movimientos y resistencias más recientes como las autodefensas, el #YoSoy132, Vivas nos queremos, Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad– han logrado sensibilizar a gran cantidad de personas en el país, todas estas experiencias asamblearias tienen como común denominador centrarse en la defensa de la vida. Incluso la lucha magisterial, la única capaz a escala nacional de poner cotos a la prepotencia del sistema neoliberal, es un movimiento de defensa de la educación y contra la reforma en la materia.

La consulta del CNI y el EZLN es esperanzadora porque son los primeros en plantear seriamente la posibilidad de generar una ofensiva no violenta. Y el camino, si finalmente es aceptado por el movimiento indígena, será la construcción de una alternativa electoral que cristalice el trabajo asambleario que ya es una realidad, no es algo por construir. No se trata de juntar gente que no se conoce para que valide una directiva. No es crear una serie de asambleas/círculos que después ya veremos cómo nos hacen llegar sus propuestas. Se trata de crear una nueva herramienta de lucha controlada por la sociedad civil organizada, por las y los de abajo.

La propuesta del movimiento indígena es, nada más y nada menos, la única esperanza para México. Difícil de articular, riesgosa. Pero son ellas y ellos, las mujeres y hombres de maíz, los únicos con una ética intachable y a prueba de duda. Lo han demostrado con creces. Es tiempo de que los mestizos y la izquierda acorralemos nuestros principales vicios y prejuicios, y juntos cerremos el episodio que se abrió hace 524 años. El movimento indígena es el único capaz de tomar el poder de forma horizontal o convivencial, o lo que es lo mismo, cambiar el mundo sin tomar el poder.

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