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Alemania lucha contra la destrucción del bosque Hambach

Las últimas semanas han sido decisivas en el Oeste de Alemania para uno de los conflictos medioambientales más sonados de los últimos tiempos: el bosque Hambach. Esta reserva natural milenaria de 200 hectáreas (aunque anteriormente a la puesta en marcha de la explotación minera abarcaba unas 4.000) cuenta con una biodiversidad de más de cien especies animales y vegetales, algunas protegidas.

(Laura Cruz – El salto) Alemania - Hambi, nombre con el que peculiarmente se le conoce, se encuentra entre Colonia y Aquisgrán, en el gran cinturón minero alemán. La propiedad del bosque la ostenta una de las empresas energéticas más importantes de Alemania, RWE, que planea destruirlo para ampliar una explotación minera de lignito a cielo abierto.

El viernes 5 de octubre la tala de su antiquísima vegetación fue temporalmente suspendida por un tribunal de Münster, gracias a una denuncia de la organización Amigos de la Tierra-BUND, por lo que los activistas creen que están en el momento más decisivo para intentar que la destrucción del bosque Hambach se paralice totalmente.

Es de sobra conocida la tradición ecologista que hay en Alemania, por eso desde hace más de seis años varios activistas han construido más de 50 casas de madera encima de los árboles de esta reserva de la biosfera. Quieren protegerlos del expolio humano quedándose a vivir permanentemente allí. La destrucción de un bosque no solo agrava los problemas de contaminación de cualquier zona, sino que también es un órdago en falso para la vida animal, vegetal y humana en el futuro a medio y largo plazo.

Una de las organizaciones que apoyan la ocupación de Hambi es Ende Gelände, grupo activista especializado en desobediencia civil. Cada año organizan diversos talleres y acciones directas como el bloqueo de la mina cercana al bosque. Así consiguen visibilizar una problemática que pasa muy desapercibida en el país. Según Karolina Drzewo, portavoz de Ende Gelände, Alemania “se presenta internacionalmente como la mayor protectora mundial del medioambiente, cuando en realidad es la campeona mundial de la explotación de lignito. Ningún otro país usa esta sucia e ineficiente fuente de energía fósil. Todavía el 40 % de las familias alemanas usa el carbón para calentarse”.

El sábado 6 de octubre, como casi todos los fines de semana, se produjo una manifestación en Hambach. Esta vez, unas 50.000 personas, según la radio pública alemana, se manifestaron en las inmediaciones del bosque para pedir que se paralice definitivamente la tala. Hileras de personas rodeaban el bosque cantando canciones y portando pancartas con mensajes en contra de la aniquilación medioambiental.

Llegados de todos los puntos de Alemania, familias enteras y grupos de personas se disponían a entrar a Hambi, a pesar de que dos días antes la policía había prohibido esta manifestación, a la que había llamado incluso Aufstehen (En Pie), el nuevo movimiento político popular creado por la líder izquierdista Sahra Wagenknecht.

Pero, como recuerda la activista Hannah, “en este caso Hambach es solo una parte de un problema que en los últimos meses se ha hecho más visible y ha puesto encima de la mesa el gran objetivo: la lucha contra el carbón. El rescate de este bosque se ha convertido en una prioridad en esta lucha y en algo muy emocional para algunos activistas, pero Hambi es sólo un símbolo de algo muy problemático, la energía fósil. Por eso nosotros seguiremos haciendo acciones para concienciar, como la que Ende Gelände tiene programada para finales de octubre”.

Detrás de la ingente extracción fósil que se realiza en Alemania hay también antecedentes que reflejan la magnitud de lo que ocurre. “El fallo fue privatizar hace años los abastecimientos de energía. El gobierno sigue sus propios intereses económicos, que hoy con la posible destrucción del bosque Hambach se demuestran contrarios al medio ambiente y a la mayor parte de la población. Afortunadamente estas protestas hacen crecer la conciencia medioambiental de la gente”, señala la activista Lina.

La transición energética de Alemania (Energiewende), dicta que todas las centrales nucleares del país deberán desaparecer totalmente en el año 2022. Sin embargo, y como estiman otros organismos, estas medidas de abandono de la energía fósil tienen que ir acompañadas por otras de estímulo en paralelo.

“Nosotros bloqueamos con nuestros cuerpos explotaciones mineras y hacemos acciones allí donde se produce una gran destrucción climática. El gobierno protege a empresas como RWE a pesar de que luego suscribe acuerdos como los de París. Apoyar a RWE en su explotación fósil es incumplir los objetivos de 2020. Aunque se paralice la destrucción del bosque Hambach, nosotros seguiremos protestando contra las energías fósiles”, comentan desde Ende Gelände.

 

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