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Salta: El hambre y la desnutrición en dos comunidades originarias

El dirigente wichí Modesto Rojas cuenta la realidad que viven dos comunidades del departamento Rivadavia, las comunidades Las Aviapas y Sopota, al norte de Salta. Las comunidades tienen prohibido explotar el monte para hacer carbón como medio de subsistencia, mientras los bosques son destruidos por grandes empresarios. El gobierno acusa a los pueblos originarios de desmontadores.

(Revista Norte) Salta - Varias comunidades wichí de la zona de Rivadavia, al norte de Salta, están sufriendo hambre y desintegración por el temor que les infringió el gobierno acusándolos de desmontadores.

El dirigente wichí, Modesto Rojas, contó a Revista Norte la grave situación que viven dos comunidades que sufren hambre -comunidad Las Avispas y comunidad Sopota-, la falta de asistencia del gobierno y las amenazas de la Ministro Edith Cruz, de Asuntos Indígenas de Salta. Rojas realizó una denuncia ante la justicia por abandono de persona que está aún sin resolución.

Rojas contó sobre la falta de asistencia médica y la irrisoria asistencia alimenticia de la provincia, que sólo les alcanza a las familias para comer dos días del mes.

Recordemos que hace unos meses tras un operativo ordenado por el Juez porteño, Sergio Torrez, se les impidió el aprovechamiento de la madera de desmonte que realizaron finqueros de la zona. Esos palos eran usados por las comunidades para hacer carbón, vender o intercambiar por mercadería; pero les fue prohibido. Es más, en la provincia de los desmontes indiscriminados por parte de grandes empresarios, les prohibieron a las comunidades originarias todo aprovechamiento de la madera que utilizan como medio de subsistencia.

Hace unos meses un joven wichí se suicidó, tras aquel operativo de las fuerzas federales, por temor a que lo lleven preso.

Modesto contó que los wichí viven de la caza, comen quirquinchos, conejos, iguanas, corzuelas, entre otros animales del monte. No viven de la pesca porque están alejados del Río Bermejo, a unos 70 kilómetros. Pero sus hábitos alimenticios fueron cambiando con las alteraciones del medio ambiente y “los niños se acostumbraron al azúcar”, cuenta. Por eso la actividad de los adultos varió hacia el aprovechamiento de la madera. “Ellos no tiran los árboles, usan la madera seca”, cuenta el dirigente que conoce sobre las costumbres wichí por pertenecer a esa etnia y por haber nacido en el lugar.

“Es madera vieja que se está desarmando” explica, para hacer entender que los enviados por el juez porteño “no saben de madera” y que su prohibición solo está provocando desastre en las comunidades. “Ellos viven haciendo carbón, ese es el recurso de ellos”. Aprovechan la madera “de los árboles caídos, sea de los finqueros que desmontan y les regalan o de los árboles secos que se caen por viejos”. “Ellos no desmontan, usan los árboles que se caen por viejos”, aclara Modesto.

“Con Palo Santo ellos hacen algunos pajaritos, alguna artesanía, y ellos lo venden; lo llevan a Tartagal o a Orán. Por eso es que lo guardan a los Palo Santo también”.

“Hay una comunidad, Sopota, a la que la Ministra Edith Cruz ha llegado personalmente. Ahí amenazó a la gente, que no corten madera y no hagan carbón porque les iba a pasar como a la comunidad Las Avispas. Entonces ellos no hacían más ese trabajo y no tenían cómo mantener a sus hijos y a toda la familia”, cuenta Rojas. Dijo que desde ese ministerio “van y dejan un bolsón por mes” para cada familia, y “al que tiene muchos chicos le dan dos bolsones por mes” que consiste, cada uno, “en 1 kg de harina, 1 kg de azúcar, 1 lt de aceite, 1 kg de arroz, una salsa… y no lleva más nada el bolsonsito que ellos llevan” por lo que “no les alcanza más que para dos o tres días”.

“Es muy tremendo, por eso es que yo vivo reclamando y salgo en los medios. Y ellos cuando ven el reclamo mío, ellos ponen que yo soy un dirigente que no sirvo, que yo soy un dirigente malo. Todo eso me dicen ellos, los de asuntos indígenas, los del IPIS, los de INAI;

todo eso me dicen, que yo soy un mal dirigente, me dicen cuando yo reclamo”, acusa.

“Yo veo cómo sufren los hermanos, los chicos se van desnutriendo y hay ancianos que no tienen comida, que no tienen beneficios y algunos que no tienen DNI”. “Me duele de ver esta gente sin comida”. “Hay un abuelito que tiene 90 años y no puede trabajar, no puede hacer nada. Ese abuelo sufre mucho. Hay una abuelita también que vive ahí. Y sufren de hambre y nadie los va a ayudar”, cuenta Modesto, que por eso también hizo una denuncia judicial por abandono de persona en la justicia de Tartagal de la que todavía no obtuvo respuesta.

“Los del Ministerio de Asuntos Indígenas de la provincia llevan solo dos bolsones por mes y el IPIS está desaparecido de la zona”. Los agentes sanitarios del Ministerio de Salud de la Provincia “a veces van y a veces no van. En los tiempos de buen camino van y en los tiempos de lluvia no va nadie” dice Modesto que pide que vayan a ver cómo viven “bajo las carpas de plástico. Las casitas son chositas todavía de plásticos que sacan de las fincas, así viven ellos”. Y cuenta que en esas comunidades muy poco hablan castellano.

 

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