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El cierre La Alumbrera, arma para multiplicar la mega-minería

Estrategias del sector frente al primer gran proyecto que finaliza, con un balance ambiental poco presentable. Por Leonardo Rossi.

(Leandro Rossi para La Tinta) Catamarca - La sala: el auditorio de un hotel céntrico. Del ámbito legislativo, empresarial y gubernamental, decenas de mujeres y hombres elegantemente vestidos. Una ONG Canadian International Resources Develpment Institute (CIRDI) con cuestionados antecedentes -que acá parecían no venir al caso. Tema: “Jornadas Técnicas Introducción al Cierre de Minas”. Provincia de Catamarca, sede del más antiguo proyecto mega-minero del país, La Alumbrera, a dos décadas de su inicio y hoy en confusas vías de finalización. Objetivo: “(generar) un régimen de cierre de minas que tiene que beneficiar a la actividad, para abrir más minas”, en palabras de Carolina del Valle, representante de la Dirección Nacional de Producción Minera, Ambiente y Comunidades de la Secretaría de Minería de la Nación.

Ante los negativos impactos sociales y ecológicos de la actividad de esta empresa densamente documentados, será la pos-explotación el nuevo objetivo para sanear el imaginario en torno a la mega-minería. Las texturas, colores, sonidos y pulsiones diversas que rodean los territorios afectados por la empresa: ausentes.

Caso emblemáticamente cuestionado

Desde el año pasado, el gobierno nacional impulsa encuentros con esta ONG canadiese. El 13 de abril pasado, una intensa jornada dentro de este marco se desarrolló en San Fernando. La intención, explicaron los oradores, es avanzar en una legislación y política que ordenen el proceso de finalización de la actividad de estas empresas, una vez agotada la explotación. “Queremos estructurar un escrito donde veamos la aprobación de ese cierre de Minera Alumbrera y un proyecto para la nueva ley de cierre de minas; tenemos un ejemplo claro, donde la Nación, y también países vecinos están viendo, porque Alumbrera es un emprendimiento bastante importante, que no pasa desapercibido en el mundo minero, y necesita un sustento jurídico que lleve seguridad a la Nación y a la empresa”, dijo Rodolfo Micone, secretario de Minería provincial, para abrir la exposición. En esa sintonía, Del Valle remarcó que el caso catamarqueño es la referencia. “Tenemos que trabajar no solamente en pos de una mina que cierra, que es escuela, un caso emblemático, observado por el resto de las provincias, sino para proyectos que abren”, enfatizó la funcionaria.

Por si hiciera falta, insistió acerca del objeto de estos encuentros: “No significa que queremos cerrar minas sino que justamente queremos dar un escenario para que se abran minas, y para que los proyectos puedan trabajar y genera mayor confianza a la sociedad que es algo que el sector hoy necesita”. Ardua tarea la propuesta por Del Valle, mientras las empresas vierten aguas con metales pesados a las cuencas cercanas, ponen en riesgo la salud de poblaciones aledañas y esquilman las fuentes de agua, tal como ya se ha documentado sobre La Alumbrera.

Casi como una respuesta virtual, al momento que los funcionarios hacían sus alocuciones, medios de comunicación anunciaban que el juez federal Sebastián Casanello procesaba al ex secretario de Minería de la Nación Jorge Mayoral y a otros agentes públicos por los derrames de Veladero, de 2015.

Los beneficios de volar la montaña

Los grandes protagonistas de la jornada fueron los representantes del CIRDI, fundado por las universidades de Columbia Británica, Simon Fraser y la Polytechnique Montréal. Fue en 2015 que investigadoras, activistas y escritores, como Naomi Klein, Boaventura de Sousa Santos, Hugo Blanco, Alberto Acosta, Raúl Zibechi, entre otros, reclamaron la disolución del instituto al entender que su objeto es defender los intereses de las empresas extractivistas, mientras que un organismo académico apropiado “debería rendir cuentas a las comunidades impactadas por proyectos extractivos, y enfatizaría sus derechos al consentimiento libre, previo e informado, el cual incluye el derecho de rechazar cualquier proyecto”.

Si de pulir la imagen de la actividad se trata. Las exposiciones de los voceros del CIRDI en Catamarca pasaron de claro a oscuro. Pero, vale aclarar que los oyentes estaban en su hábitat. Ni un cuestionamiento. La primera intervención, a cargo de Rob Stevens, director de Sociedades y Aprendizaje, dejó frases de un optimismo mayúsculo.

“Un mundo donde los recursos naturales se desarrollen de manera sostenible…

“Tener autos, celulares, sin contaminar ríos, por ejemplo…”

“Transformar una mina en un vertedero de residuos que produce compost o en un parque de paneles solares…”

La intervención no dejó de lado la clásica cita del sector minero internacional al libro 101 cosas que se pueden hacer en un orificio de tierra de Georgina Pearman (2009). En un perverso giro, este texto oficia de muletilla para exhibir lo beneficioso que es haber tenido una empresa mega-minera cerca, que tiempo después puede convertir el terreno afectado en un bello parque, en una cancha de fútbol o hasta en un restaurante.

El futuro: mi hijo y nada más

Más denso fue el andar del segundo orador del CIRDI, Fernando Muñoz, geólogo pero con formación en comunicación, con notable capacidad oratoria y manejo de auditorio. A partir de un decorado relato de su ‘entrañable’ experiencia de vida en la ruralidad colombiana a su esforzado derrotero académico, Muñoz dio paso al relato de su vasta capacidad de intermediar en zonas donde desembarcan las grandes mineras para poner las cosas en su lugar, es decir, lograr que avancen las compañías. Mencionó haber lidiado con los aymara del sur de Perú “gente beligerante, brava”; repudió el “chantaje” de comunidades campesinas o indígenas, que a su entender se multiplican y “piden más y más cosas”, al aparecer proyectos mineros. No quedó del todo claro esa extraña capacidad de chantajear a multinacionales que cuentan con apoyo de gobiernos, poderes judiciales, e incluso logística militar, como mencionó en sus relatos. Pero lo denunció con vehemencia.

En otro tramo, repudió la Responsabilidad Social Empresaria, como un malgasto de las mineras, ya que “habría que evaluar de forma sistemática todos los beneficios que significa de por sí” la presencia de la compañía en un territorio. “El impacto positivo de, por ejemplo, la creación de caminos o infraestructura que acarrea esa inversión, además de los regalías a los Estados, (viendo eso) incluso se podría exigir una baja mayor aún de gravámenes al sector”. No obstante, dijo que podría apelarse la implementación de la “Integración Social Corporativa”, y puso como ejemplo a seguir el rol de Nestlé en la India, donde “se evalúa socialmente” cómo hacer parte a la comunidad de los proyectos y se fomenta la incorporación de campesinos a la red de abasto para leche en polvo de esta multinacional. En otras palabras, propuso como alternativa poner a esas comunidades al servicio de la empresa como fuerza laboral, en una relación un tanto asimétrica.

Para redondear su alocución, Muñoz refirió a su intervención en un caso colombiano, en la zona de la selva Chocoana, con colectivos afros. “Allí la riqueza de oro es absurda, sin embargo las comunidades están muriendo de hambre”. Acto seguido, criticó a quienes promueven la agricultura en esas regiones, por ejemplo la siembra de arroz, que asegura, “es algo coyuntural, que puede depender de una cooperación internacional”, mientras entiende que la minería aurífera –no renovable haría falta aclarar- es la mejor alternativa, libre de vaivenes coyunturales, y que garantizaría bienestar a largo plazo.

Cuando se enfrenta a estos casos, Muñoz razona: “A mí me dicen que tengo que cuidar los recursos para las generaciones del futuro, y yo pienso en mi hijo, esa es la generación del futuro”. Una definición de vida: individualidad, cortoplacismo, negación de la profunda afectación de la naturaleza. Una voz invocada por el gobierno nacional a la hora de reinventar el imaginario de la cada vez menos popular actividad mega-minera. Un ejemplo del ideario que busca expandir la actividad, y en definitiva, abrir nuevos tajos en el ya lacerado suelo de esta tierra.

Foto: Colectivo Manifiesto

 

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