Las paradojas de la dictadura venezolana
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- Categoría: Opinión
- Publicado: Jueves 31 de Enero de 2019
El gobierno venezolano, sus elecciones a Asamblea Constituyente, su conflicto con la oposición, la situación de violencia vivida con decenas de muertos... todo ello ha conformado una situación que medios y gobiernos occidentales no han dudado de calificar de dictadura. Estos acontecimientos de los últimos meses en Venezuela nos sirven para descubrir algunas curiosas paradojas que vale la pena señalar.
(Pascual Serrano. Mundo Obrero) Venezuela - El gobierno venezolano, sus elecciones a Asamblea Constituyente, su conflicto con la oposición, la situación de violencia vivida con decenas de muertos... todo ello ha conformado una situación que medios y gobiernos occidentales no han dudado de calificar de dictadura, “sufrimiento humano sin precedentes” del pueblo venezolano llegó a afirmar Macron, insinuaciones de intervención militar por parte de Trump. Estos acontecimientos de los últimos meses en Venezuela nos sirven para descubrir algunas curiosas paradojas que vale la pena señalar.
La primera es que un día nos cuentan que los venezolanos se mueren de hambre por el desabastecimiento en los mercados y al siguiente nos dicen que están acaparando alimentos ante una amenaza de huelga.
Otra paradoja es que la “dictadura” convoque elecciones y la aplaudida “oposición que pide democracia” organice un referéndum para pedir que no se vote. Decían que las elecciones se las había sacado Maduro de la manga (Tele5, 17 de julio) a pesar de que el artículo 348 de la Constitución de Venezuela señala que "a iniciativa de convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente podrán tomarla el Presidente o Presidenta de la República en Consejo de Ministros...". Es el mundo al revés. Calificaban unas elecciones de “autogolpe” y de “amenaza para la democracia”. “La dictadura llega a Venezuela” decían otros porque había elecciones, precisamente los que llevan una década diciendo que hay una dictadura. Y la UE, en su defensa de la democracia, amenaza con sancionar al gobierno venezolano por celebrar elecciones.
La primera es que un día nos cuentan que los venezolanos se mueren de hambre por el desabastecimiento en los mercados y al siguiente nos dicen que están acaparando alimentos ante una amenaza de huelga.
Otra paradoja es que la “dictadura” convoque elecciones y la aplaudida “oposición que pide democracia” organice un referéndum para pedir que no se vote. Decían que las elecciones se las había sacado Maduro de la manga (Tele5, 17 de julio) a pesar de que el artículo 348 de la Constitución de Venezuela señala que "a iniciativa de convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente podrán tomarla el Presidente o Presidenta de la República en Consejo de Ministros...". Es el mundo al revés. Calificaban unas elecciones de “autogolpe” y de “amenaza para la democracia”. “La dictadura llega a Venezuela” decían otros porque había elecciones, precisamente los que llevan una década diciendo que hay una dictadura. Y la UE, en su defensa de la democracia, amenaza con sancionar al gobierno venezolano por celebrar elecciones.
Lo de la violencia y la “represión” también ha resultado paradójico. Una dictadura donde asesinan a tiros a los candidatos partidarios del gobierno, o donde un mismo día resultan heridos por arma de fuego 21 policías. Claro, que allí, según nos cuentan, los que fabrican y lanzan cócteles molotov lo hacen para que la policía no pueda reprimirles.
La persecución de los opositores vale la pena analizarla. Es la única dictadura donde parece que torturan a los opositores mientras les permiten que lo griten por la ventana de la prisión y donde nunca vimos ni una señal en el cuerpo del torturado. Donde la persecución y la censura es tal que se instalan carteles y vallas publicitarias pidiendo la liberación del preso que ocupan fachadas enteras de edificios. ¿Se imaginan algo así en la dictadura de Franco o de Pinochet? Y todavía más, el supuesto preso político, mientras está aislado y torturado deja embarazada a su mujer.
Y cuando los detienen nos cuentan que lo hace la “policía secreta” mientras vemos un coche de policía con agentes uniformados.
Venezuela es la única “dictadura” donde los opositores en lugar de llevar en su coche panfletos prohibidos lo que transportan son billetes por valor de 200 millones de bolívares. Por eso es el único país donde vemos un opositor denunciando que se muere de hambre mientras viste un polo de la firma Ralph Lauren que cuesta 140 euros.
Sí, Venezuela es una dictadura muy peculiar. Tan peculiar que molesta, precisamente, a los que provocaron los golpes de Estado en Chile y Argentina, a los que no condenan la dictadura de Franco en España y, sobre todo, a los que nunca supieron quién gobernaba en Venezuela hasta que llegó un gobierno que subió los impuestos a las multinacionales y recuperó la propiedad pública de sectores como la telefonía, la electricidad y parte de la banca.
La persecución de los opositores vale la pena analizarla. Es la única dictadura donde parece que torturan a los opositores mientras les permiten que lo griten por la ventana de la prisión y donde nunca vimos ni una señal en el cuerpo del torturado. Donde la persecución y la censura es tal que se instalan carteles y vallas publicitarias pidiendo la liberación del preso que ocupan fachadas enteras de edificios. ¿Se imaginan algo así en la dictadura de Franco o de Pinochet? Y todavía más, el supuesto preso político, mientras está aislado y torturado deja embarazada a su mujer.
Y cuando los detienen nos cuentan que lo hace la “policía secreta” mientras vemos un coche de policía con agentes uniformados.
Venezuela es la única “dictadura” donde los opositores en lugar de llevar en su coche panfletos prohibidos lo que transportan son billetes por valor de 200 millones de bolívares. Por eso es el único país donde vemos un opositor denunciando que se muere de hambre mientras viste un polo de la firma Ralph Lauren que cuesta 140 euros.
Sí, Venezuela es una dictadura muy peculiar. Tan peculiar que molesta, precisamente, a los que provocaron los golpes de Estado en Chile y Argentina, a los que no condenan la dictadura de Franco en España y, sobre todo, a los que nunca supieron quién gobernaba en Venezuela hasta que llegó un gobierno que subió los impuestos a las multinacionales y recuperó la propiedad pública de sectores como la telefonía, la electricidad y parte de la banca.