Recrudecimiento golpista contra el pueblo paraguayo
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- Categoría: Paraguay
- Publicado: Viernes 08 de Marzo de 2013
(Cecilia Vuyk – Rebelión) Paraguay - Su objetivo fue -y sigue siendo- frenar el proceso de ascenso de la lucha del movimiento popular en el país y cortar el proceso de integración regional para asegurar la dependencia y subordinación del país a las potencias imperialistas –principalmente norteamericana- y sub imperialista –brasilera- como proveedora de tierra, energía, recursos naturales y mano de obra barata.
Para este proyecto, el movimiento popular en lucha por la justicia y la vida es un estorbo a ser superado. Por la formación histórica paraguaya -principalmente rural hasta hace pocos años- fue el movimiento campesino el que ha desarrollado mayores niveles de organización y lucha hasta hoy. Y es, precisamente, el sector donde la oligarquía concentra el mayor nivel de represión, criminalización y asesinatos selectivos, con el objetivo de descabezar y anular al movimiento popular que toca el punto clave de la contradicción de este proyecto productivo atrasado y dependiente: el latifundio semi-feudal.
La estructura semi-feudal latifundista y la lucha por la vida
La lucha por la tierra en Paraguay se remonta a la misma resistencia de los pueblos originarios contra los invasores hace más de 500 años. La usurpación de las tierras realizada por los colonos consolidó una estructura semi-feudal latifundista, sobre la cual se sustentó el proyecto colonial de extracción de recursos naturales y exportación de materia prima al centro.
El régimen patriótico del Dr. Francia recuperó la mayor parte del territorio nacional, destinando la tierra a quien la trabajaba. Sin embargo, representando una amenaza a los intereses del incipiente capitalismo de libre competencia, la guerra imperialista de la Triple Alianza destruyó el régimen francista, reconstruyendo la estructura latifundista semi-feudal que se mantiene hasta hoy.
Así, el 2,6% de las explotaciones concentra el 85,5% de la tierra en el país (CAN, 2008), y –por lo menos- un 19,4% del territorio se encuentra en manos extranjeras (Glauser, 2009). Con esta estructura latifundista, la oligarquía frena el desarrollo nacional, beneficiándose de mantener al Paraguay subordinado al proyecto imperialista regional y mundial, como proveedor de tierra, energía, recursos naturales y mano de obra barata.
Tierras mal habidas y la resistencia de Curuguaty
Una de las bases de esta estructura latifundista es la usurpación de las tierras mal habidas, tierras adjudicadas a sujetos no beneficiarios de la reforma agraria, sino amigos de la cúpula de poder, tanto en el periodo dictatorial como en la llamada transición –que no es más que la continuación de la misma estructura política y económica imperial, con ajustes acorde a los tiempos democráticos.
Estas tierras, correspondientes al 20% del territorio nacional (CVJ, 2008), tocan la contradicción del latifundio y la impunidad que sostiene esta estructura semi feudal, donde los ladrones de tierras controlan el poder político, las instituciones gubernamentales y los medios de comunicación, manteniendo así el latifundio y las tierras robadas, frenando por ende el desarrollo nacional.
Este fue el pecado del movimiento popular, y el pecado de la resistencia de Marina Cue-Curuguaty: señalar la contradicción, el latifundio, la dominación extranjera y sus agentes locales como causas y actores que no permiten desarrollar al Paraguay.
La marcha de la Coordinadora por la Recuperación de Tierras Mal habidas el 25 de octubre de 2011, que concentró a más de 10.000 personas en Asunción, y la ocupación de las tierras mal habidas de Ñacunday y de Marina Cue –entre muchas otras ocupaciones y resistencias- fue demostrando el ascenso de la lucha del movimiento popular, lo que asustó a la oligarquía y la impulsó –junto a otros elementos- a concretar su tantas veces anunciado golpe de Estado.