Red Eco Alternativo ***

La venganza

PABLO MARRERO

Año 1888. Un cuarto de Asunción. Apoltronado en un sillón, tapado con una manta, Domingo Faustino Sarmiento espera la muerte. Mantiene los ojos cerrados hasta que siente una claridad que se le posa en los párpados. Es como una leve fuerza que se los levanta. Ve a su lado, sentado sobre una silla, a un hombre alto, corpulento, rubio y de ojos claros.

 

Domingo Faustino: Pe... Pero ¿Quién es usted?

Hombre rubio: Digamos que soy su ángel; el de la estampa con que siempre soñó.

Domingo Faustino: (suspira) Por suerte parece un digno representante de la civilizada Europa; o quizá mejor, de los Estados Unidos de América. ¡Oh! La vida me recompensa en mi última morada. ¡Ja! Seguro que es inglés; si es así, sepa amigo que con lo de las Malvinas fui bien claro: “Inglaterra se estaciona en las Malvinas. Seamos francos, esta invasión es útil a la civilización y al progreso”. Pero si no es británico por ahí es alemán, o irlandés, o quizá francés. Siempre peleé para que vengan a civilizar esta tierra de salvajes; “los españoles no somos ni industriales, ni navegantes y Europa nos proveerá por largos siglos de sus artefactos, en cambio de nuestras materias primas”.

(Se escucha golpear la puerta. El hombre rubio va a atender)

Domingo Faustino: Pero, ¿quién será el inoportuno?

Hombre rubio: Pasen, por favor.

(Ingresa un grupo de indios con sus atuendos. Un hombre, una mujer con una manta colorida en sus manos, dos niños y un anciano con su pipa encendida. Rodean al moribundo)

Domingo Faustino: ¡Pero esto es una burla del destino! ¿Todavía existen? “¿Lograremos exterminar a los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar”.

Anciano indio: (le alcanza la pipa) Fumar.

Domingo Faustino: (la rechaza con asco) Usted debe ser un cacique de esos tantos que aborrezco; “Lautaro y Caupolián son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces del progreso; su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. (Mira a los niños) Se les debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”.

Mujer india: (le sonríe) Abrigo para el huinca. (Apoya la manta tejida por sus manos en las piernas del moribundo. El grupo se desplaza y se sienta en rueda en un costado de la habitación. Se escucha golpear la puerta)

Domingo Faustino:(como siempre, enojado) Y ahora, ¿quién será?

Hombre rubio: (abre la puerta) Pase, amigo, pase...

(Chiripá, sombrero, pava y mate; el gaucho se acerca al sillón donde está el anciano y lo saluda con respeto)

Domingo Faustino: (se le enrojece la cara) Pe… ¿Pero todavía existen estos bárbaros? Yo ya le había escrito a Don Bartolo: “No trate de economizar sangre gaucha. Es lo único que tienen de humano”. ¡Ah!, si me quedaran fuerzas...

Gaucho: (le alcanza un mate) Tome un cimarrón.

Domingo Faustino: ¡Puaj! (escupe al suelo)

(Se escucha golpear la puerta)

Domingo Faustino: (por supuesto, enojado) ¿Pero es que no piensan dejarme morir en paz?

Hombre rubio: ¡Hola! Pasen, los esperábamos.

(Entra un grupo de negros con sus tambores y lo rodean)

Domingo Faustino: ¡Negros! Por suerte deben ser de los últimos que quedan en pie. “Raza de salvajes. Felizmente las continuas guerras han exterminado a la parte masculina de la población”.

Un negro: ¡Güeee!

El grupo: ¡Güeee!

(Empiezan a sonar los tambores y las mujeres contornean sus cuerpos al compás de los parches. Domingo Faustino se tapa la cara con la manta que le dejó la india. Cuando termina la danza el grupo se va a juntar con los demás a un rincón de la habitación)

Domingo Faustino: (los mira con asco) Ahí los tiene a los salvajes, todos juntitos. “A mi edad ya me faltan fuerzas para emprender de nuevo la lucha contra la barbarie de nuestras ignorantes masas populares”. Por suerte han llegado muchos como usted (se dirige al hombre rubio). Se nota su cultura; ha aprendido a hablar tan bien nuestro idioma. Siempre soñé con esta inmigración de lo más civilizado de la Europa. Dígame... ¿Usted es francés? No, mejor déjeme adivinar: por su porte y educación, usted es... Inglés; sí: ¡inglés!

Hombre rubio: ¿inglés? ¡Ma, no! Io sono italiano, de Nápoles. ¡Eh, Vittorio, Rosina, bambino: dire ciao al morti!

(Entra la familia con atuendo campesino. A los gritos; peleándose, fiel reflejo del espíritu italiano)

Domingo Faustino: (Se levanta sobre su lecho) ¡Bachichas! ¡Bachichas, no! ¡Bachichas, no!

(Un suspiro le recorre todo el cuerpo. Se desploma sobre el sillón)

 

Los textos entrecomillados fueron extraídos de: Domingo Faustino Sarmiento, Cartas a Bartolomé Mitre del 20/9/1861y del 15/01/1867. Artículos de Sarmiento en “El Progreso” del 27/09/1844 y del 28/11/1842. Artículos del mismo en “El Nacional”, 19/05/1857, 25/11/1878 y 8/02/1879 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo.

 

Texto: Pablo Marrero. Escritor. Integrante de Red Eco Alternativo (de su libro: LA HISTORIA A PURO CUENTO)
Imagen: Caro Butron Avalos

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